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Entonces Ahab se fue a su palacio enojado y triste. Después se acostó en su cama mirando hacia la pared y no quiso comer. Su esposa Jezabel fue a verlo y le preguntó:

—¿Por qué estás tan triste y no quieres comer?

Ahab le respondió:

—Porque le pedí a Nabot que me vendiera su plantación de uvas. Le dije que se la iba a pagar o que si prefería le daría un lugar mejor. Pero él me respondió que no me la dará.

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